R. Prats Rivelles (Levante: 20.03.2007)
Me telefonea José Antonio Serna Ramos (Alicante, 1927) . «Quiero que celebremos mis ochenta primaveras. Podríamos sentarnos con nuestras mujeres en torno a una de esas paellas que sabe hacer El Famós, pintor y amigo». Serna, como le llamamos cuantos le conocemos, es un artista encasillado en el surrealismo abstracto. Desde luego, lo suyo es la abstracción, algo que descubrió en los cincuenta cuando se marchó a París en busca de solucionar su vocación evangélica y que resolvió tomando la sublime decisión de dedicarse a la pintura abstracta, la cual no le ha supuesto mala terapia pues hizo de él un hombre feliz, que sólo pensó en pintar. En esta empresa contó siempre con el respaldo de Chantal, su esposa, con la que forma una pareja envidiable. Su pintura nos acerca a una visión cósmica y existencial que, con los años, ha ido enriqueciendo. Las primeras preocupaciones teológicas de Serna han evolucionado hasta convertirse en una expresión espiritual donde el ejercicio plástico juega un papel de gran importancia. Mediada la década de los setenta regresa a España y hasta 1986 no celebra su primera individual entre nosotros. Fue en el Círculo de Bellas Artes de Valencia, todavía en la plaza de Mariano Benlliure, y confieso haber tenido alguna culpa de que la exposición se llevara a cabo. Ese mismo año realizó otra en la Casa de Cultura de Altea y, finalizando los noventa exhibió su obra en la Sala Juana Francés de su Alicante natal. Salvo alguna participación en colectivas, el curriculum de Serna concluye con una individual en Galería Muro de Valencia. ¡Reducida promoción de la obra de un artista nuestro cuyo interés parece evidente, aunque sólo fuera por su categoría histórica y por su demostrada madurez artística! Desde que volvió a España -y ya trascurrieron tres décadas-, no le han faltado las promesas políticas de grandes actividades. Sin embargo, todo ha venido quedando en agua de borrajas. Ahora, según me cuenta, tiene un proyecto institucional para hacer una exposición retrospectiva. ¿Llegará a ramos de bendecir Serna, por supuesto, no pierde la ilusión. Como un chiquillo que sigue siendo-¡qué suerte tiene!- está entusiasmado. ¿Volverán a pasar de él, mientras se ocupan de otros pintores con menor interés artístico Mientras, las colecciones Rostchild, Weisweller, Waterman, Offenstadt y Hellman sí que disfrutan de su pintura. Evidentemente, como reza una pegatina adherida al monitor de mi ordenador, «nuestro enemigo es el imperialismo, no el arte abstracto». Estoy convencido de que Serna firmaría la frase.
Me telefonea José Antonio Serna Ramos (Alicante, 1927) . «Quiero que celebremos mis ochenta primaveras. Podríamos sentarnos con nuestras mujeres en torno a una de esas paellas que sabe hacer El Famós, pintor y amigo». Serna, como le llamamos cuantos le conocemos, es un artista encasillado en el surrealismo abstracto. Desde luego, lo suyo es la abstracción, algo que descubrió en los cincuenta cuando se marchó a París en busca de solucionar su vocación evangélica y que resolvió tomando la sublime decisión de dedicarse a la pintura abstracta, la cual no le ha supuesto mala terapia pues hizo de él un hombre feliz, que sólo pensó en pintar. En esta empresa contó siempre con el respaldo de Chantal, su esposa, con la que forma una pareja envidiable. Su pintura nos acerca a una visión cósmica y existencial que, con los años, ha ido enriqueciendo. Las primeras preocupaciones teológicas de Serna han evolucionado hasta convertirse en una expresión espiritual donde el ejercicio plástico juega un papel de gran importancia. Mediada la década de los setenta regresa a España y hasta 1986 no celebra su primera individual entre nosotros. Fue en el Círculo de Bellas Artes de Valencia, todavía en la plaza de Mariano Benlliure, y confieso haber tenido alguna culpa de que la exposición se llevara a cabo. Ese mismo año realizó otra en la Casa de Cultura de Altea y, finalizando los noventa exhibió su obra en la Sala Juana Francés de su Alicante natal. Salvo alguna participación en colectivas, el curriculum de Serna concluye con una individual en Galería Muro de Valencia. ¡Reducida promoción de la obra de un artista nuestro cuyo interés parece evidente, aunque sólo fuera por su categoría histórica y por su demostrada madurez artística! Desde que volvió a España -y ya trascurrieron tres décadas-, no le han faltado las promesas políticas de grandes actividades. Sin embargo, todo ha venido quedando en agua de borrajas. Ahora, según me cuenta, tiene un proyecto institucional para hacer una exposición retrospectiva. ¿Llegará a ramos de bendecir Serna, por supuesto, no pierde la ilusión. Como un chiquillo que sigue siendo-¡qué suerte tiene!- está entusiasmado. ¿Volverán a pasar de él, mientras se ocupan de otros pintores con menor interés artístico Mientras, las colecciones Rostchild, Weisweller, Waterman, Offenstadt y Hellman sí que disfrutan de su pintura. Evidentemente, como reza una pegatina adherida al monitor de mi ordenador, «nuestro enemigo es el imperialismo, no el arte abstracto». Estoy convencido de que Serna firmaría la frase.